Teresa Martín y sus Miradas al Interior
El pasado 5 de marzo, apenas tres días antes del Día Internacional de la Mujer, Teresa Martín Sánchez de Rojas inauguró su nueva exposición de pintura, Miradas al Interior. En el cartel promocional aparece Miradas desde el Interior, pero la artista asegura que es un error. Hemos querido ir no una, sino dos veces a visitar la exposición. La segunda vez coincidimos con la artista, lo cual nos da una visión mucho más profunda.
Teresa Martín Sánchez de Rojas comenzó a pintar a principios de la década de los 90, de manera autodidacta. Empezó casi de manera accidental, corrigiendo los detalles de un cuadro que estaba pintando su marido, y pronto se dio cuenta de que eso era lo que le gustaba. La pintura se convirtió en su vía de escape, su forma de desconectar. Casi treinta años después, expone 60 de sus obras en el Centro Cultural San Clemente de Toledo.
Puerta blanca, Teresa Martín
Miradas al interior
La exposición, en la planta -1, puede resultar algo difícil de encontrar. Pero en cuanto entramos en la sala podemos comprender el título de la exposición. Está protagonizada por retratos de niñas y jóvenes pintados durante el confinamiento, al inicio de la pandemia. Precisamente son sus miradas las que sobrecogen e impresionan al público y que representan los propios sentimientos de la artista durante ese período. Asegura que el retrato era un terreno desconocido para ella, pero ha conseguido plasmar muchos de los sentimientos con los que podríamos identificarnos todos los que vivimos esa situación.
En el cartel de la exposición aparece la obra Sonrisa Oculta, un óleo sobre lienzo de una niña con una mascarilla puesta. De nuevo, su mirada es lo más llamativo, su sonrisa está oculta pero sus ojos muestran todos sus sentimientos. Quizá las ganas de salir por fin aunque sea tras la mascarilla. Aunque el primero que pintó fue Mirada de Esperanza, cuando aún se sentía ajena a todo lo que ocurría y se vio con mucha más libertad para pintar. Esta vez es una chica joven, más calmada y que parece conservar aún esa esperanza de que todo acabe pronto.
Ver el resto de retratos significa vivir el confinamiento de la mano de Teresa. Le dedicó un tiempo a pensar en los bebés nacidos durante el confinamiento. Aquellos que no podían conocer a su familia, que no podían ver a sus abuelos o tíos. Y esos abuelos que no pueden ver a sus nietos, muchos de los cuales no los conocerán. En nuestra entrevista menciona también un cuadro que no tuvo cabida de la exposición, La abuela y su gato, recordando a todas esas personas mayores que vivieron el confinamiento en soledad. La abuela abraza a su gato, como si pensara “solo me quedas tú”.
En Desafío pensó en las chicas adolescentes a las cuales da clase en su taller de pintura. Chicas jóvenes que están empezando ahora a tener vida social, en su época de rebeldía en la que se desprenden un poco más de sus padres, que de repente se ven encerradas. Y se encuentran divididas entre entender lo que está pasando y a la vez desear salir de nuevo. Una visión más inocente se puede observar en Mirada al Futuro. La niña parece intentar comprender qué está pasando.
Pintó Por ti, por mí. Póntela. cuando surgió el debate de las mascarillas, justo tras el confinamiento. Una manera de concienciar a la gente para que se ponga la mascarilla y se proteja no sólo a sí mismo, sino también a los demás.
La mirada de Teresa
Sin embargo, y aunque la exposición se centra sobre todo en los retratos, uno de sus temas predilectos es el bodegón o naturaleza muerta. De hecho, una de sus principales referentes en el mundo de la pintura es Clara Peeters, pintora del barroco considerada una de las iniciadoras del bodegón. En esa época las mujeres tenían prohibido el retrato anatómico, por lo que Peeters se autorretrataba en el reflejo de sus bodegones. Así, se aseguraba que algún día se la reconociera al nivel de artistas masculinos de la época.
En los bodegones incluidos en la exposición se aprecia la técnica y la meticulosidad de Teresa. Nos llama la atención Los cacharros de la abuela, en el que se aprecia al detalle las texturas de los cacharros de metal y las cáscaras de huevo vacías. La artista nos cuenta que en Lo efímero y lo duradero quiso mostrar cómo afecta el paso del tiempo. La flor pierde sus pétalos y muere, mientras que la tetera de metal perdurará mucho más tiempo. El cuadro Belleza Protegida recuerda a La Bella y la Bestia, con una rosa protegida por una campana de cristal. Simboliza esa necesidad de protección que tenemos desde que comenzó la pandemia, el protegernos del exterior.
En el resto de salas de la exposición encontramos obras algo más antiguas. En Vacaciones 2019 recuerda aquellas vacaciones de verano que serían las últimas por un tiempo. Teresa recordaba aún las olas del mar llegando a la orilla cuando volvió a casa. Muchos de sus cuadros son recuerdos, otros vienen de fotos. Nos cuenta que le gusta mucho la fotografía, pero no tiene la suficiente paciencia como para manejar una cámara. Prefiere la rapidez y la inmediatez de la cámara del móvil. Luego, reproduce esos recuerdos y esas fotografías sobre el lienzo. Un ejemplo es Jardines de Sorolla, pintado a partir de una fotografía que tomó en los jardines de la casa museo del pintor. Las pinceladas del agua recuerdan al agua que pintaba el mismo Joaquín Sorolla.
Sin embargo, algunas de sus pinturas recuerdan más a lugares oníricos, como es el caso de Puerta Blanca. El cuadro parece tener tres partes diferentes, y al fondo se ve un jardín que recuerda a los jardines típicos ingleses. Al frente, la entrada de una casa con las puertas abiertas y en medio lo que parece ser un pasillo. La artista explica que se inspiró en una escena de la película Gladiator. Y cuenta, como anécdota, que ha habido gente que se ha emocionado viéndolo. Le sorprende, pero le agrada ver que despierta sentimientos en las personas que ven sus cuadros.
Después de un rato viendo la exposición, nos dimos cuenta de un elemento común en muchas de las obras. Ella misma asegura que no se dio cuenta hasta que varias personas se lo dijeron. En muchos de sus cuadros los sombreros son uno de los elementos principales de la escena. Un ejemplo perfecto es el de Niña con girasoles, en el cual el sombrero que lleva la niña es lo que más llama la atención. En muchos de sus retratos los sombreros son una parte imprescindible, pero Teresa asegura que no lo hace queriendo. Parece más algo que hace de manera automática. También notamos que las miradas que protagonizan la exposición, las de las niñas y las jóvenes, tienen una fuerza inusual en chicas de esa edad.
Mujeres en el arte
Teresa dedica algunas de sus obras a las mujeres. Aunque en un principio la exposición no gira alrededor del Día de la Mujer, las fechas coincidieron y se decidió considerarla como una actividad del 8M. En algunos de sus cuadros, la artista se pone en la piel de las mujeres de otras generaciones, cuando era imperativo que se dedicaran al hogar y a los hijos. En Jugando a ser mayor, podemos observar a una niña lavando la ropa con expresión casi resignada. Una niña que no tendría más remedio que fingir que todo era un juego.
Ella misma reclama que se le dé más visibilidad a las mujeres en el mundo del arte. Pone de ejemplo a Clara Peeters, también a otros de sus referentes, los conocidos como ‘Realistas de Madrid’ (como Antonio López o Isabel Quintanilla), ellos son mucho más visibles que ellas. En la entrevista, asegura que hay muchas mujeres artistas, pero siempre se pone el foco en los hombres. Las mujeres siempre han estado en la sombra, por eso es necesario realizar actividades dedicadas enteramente a ellas. Darles la visibilidad que se les ha negado durante tantos años. Por suerte, esto parece estar cambiando poco a poco.
Al terminar la exposición y volver al piso de arriba, huyendo del frío y la humedad del sótano en el que se encuentra, Teresa nos cuenta que tiene intención de seguir exponiendo su obra. Sobre todo en los tiempos que corren, en los que el arte está tan abandonado y en los que la gente necesita salir de casa. No lo hace por dinero, a pesar de que vende algunas de sus obras. Expone para que se reconozca un poco ese trabajo en el que pone siempre un trocito de sí misma, para que el mundo pueda seguir viendo a través de su mirada.