Diferentes formas de reivindicar el Día Internacional de la Mujer

La normalidad ha sido la gran ausente desde que la Organización Mundial de la Salud declarase que una pandemia amenazaba el mundo. Eso ocurrió el 11 de marzo de 2020, día a partir del cual tendríamos que aprender a convivir con un virus. Nada era normal pero lo que no esperábamos era que, un año después, todo siguiese igual de anormal. La tranquilidad también se ha echado de menos este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

Este año ha sido raro y difícil. El hartazgo colectivo después de haber criminalizado el feminismo durante los 365 días del año, se junta con la prohibición de concentrarse en una jornada tan señalada como esta. Madrid, ciudad que siempre ha abanderado esta celebración, echará de menos parar la Gran Vía por unas horas al ritmo de la batucada hecha por y para mujeres.

La decisión es incoherente para más de una, ya que durante el estado de alarma se han celebrado tantas manifestaciones como gustos: a los negacionistas se les permitió cuestionar el virus en un acto multitudinario, la derecha protestó por el confinamiento que decretó Pedro Sánchez, la izquierda peleó a favor de la República y en contra de la gestión sanitaria de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso. Además, hace pocos días, centenas de personas se reunían pidiendo la absolución del rapero Pablo Hasel.

Hoy, las mujeres han podido montarse en el metro, reunirse con la familia, ir a trabajar, concentrarse en terraza… sin embargo, la Delegación del Gobierno de Madrid ha impedido protestar contra un enemigo tan poderoso como es el machismo. La razón alegada ha sido que las medidas de distancia social podrían peligrar y aumentar el número de contagios.

A pesar de lo que algunas consideraron como un duro ataque a sus derechos, mujeres como Esther, 26 años, han decidido vestir sus mascarillas moradas y gritar por las que ya no están. “Necesitamos visibilizar un problema que no entiende ni de clases sociales, ni de nacionalidad, ni de estudios. Con las medidas de seguridad adecuadas creo que no hay ningún problema en salir a expresarlo”, explica.

Entorno a las cinco de la tarde, Esther espera con varias compañeras a que la concentración espontánea surgida en Legazpi tome fuerza. Está terminando de recortar su pancarta, la que será su arma de guerra y la acompañará durante toda la marcha: “#100 porque feminismo pa´lante y machismo pa´tras”. Poco a poco van llegando más participantes y en apenas 30 minutos, las personas allí reunidas comienzan su marcha. A medida que avanzan, se sumaban más y más mujeres con intenciones de reivindicarse.

Autora: Carlota García Sánchez
Lugar: Madrid

En esta ocasión la pequeña marea morada avanza con rapidez. A diferencia de otros años no hay música ni bailes, ni la foto abrirá cabeceras por su afluencia en los rotativos de medio mundo. Por supuesto, lo que no falta es resistencia y lucha:  “Me siento con más fuerza que nunca”, remarca esta activista.

A su paso, Esther y sus compañeras comentan cómo a pesar de lo diferente que es este año, las mujeres no han dejado de sufrir. Se alarman de que la pandemia haya sido capaz de detener el mundo, pero no la lista de feminicidios, que contabiliza catorce asesinatos en el primer trimestre del 2021. Destacan la gran labor de las mujeres en esta crisis sanitaria, donde el papel de una profesión altamente feminizada, la de enfermera, se visibiliza. A su juicio, “las enfermeras han cuidado de las personas como el feminismo de las mujeres, pero el virus se llama machismo y todos estamos contagiados”.

La concentración consigue avanzar hasta Atocha esquivando a los que censuran su paso. Sin embargo, una vez llegadas a la conocida como Plaza de Neptuno, las Fuerzas de Seguridad no ceden más y comienzan a identificar a las manifestantes que quieren continuar. “Ya os hemos dejado bastante más de lo acordado”, explica un agente.

Minutos antes de que lleguen las ocho, Esther asiste al aplauso acordado en la Puerta del Sol, para acto seguido leer el manifiesto. Pocas son las personas concentradas en la plaza madrileña, pero se las escucha desde lejos. Hacen mucho ruido. Al ser un sitio céntrico y de paso, no cuesta que se sumen mujeres, curiosos e incluso algún medio de comunicación.

Varias personas recuerdan el ya simbólico mural feminista del barrio de Ciudad Lineal, que este día ha amanecido totalmente impregnado de odio y pintura negra. Las caras de quince históricas llevaban allí plasmadas más de tres años bajo el lema La unión hace la fuerza, mural pintado por el colectivo artístico Unlogic Crew. Hace tan solo unos meses, esta pintura de barrio se convertía en un gran símbolo del feminismo y de la participación ciudadana. Había conseguido sobrevivir a un intento de apagón por parte de la derecha política pero la presión vecinal salvó el graffiti. Tras la acción vandálica, vecinos y luchadores por la igualdad, han unido sus fuerzas para demostrar que no tienen miedo y han colocado fotografías por encima del odio.

De vuelta a casa Esther ha podido apreciar la creatividad de los madrileños y cómo cada uno aporta su granito de arena para colocar alguna referencia al 8M en su balcón. Aunque lo nota diferente, ha acabado su día sintiendo la misma energía que en años anteriores. 

Las que se quedaron en casa

Isabel, 81 años, la pandemia la ha obligado a quedarse en casa. El coronavirus “ha limitado” su derecho a salir a la calle, pero no así sus ganas de reivindicar el día. A primera hora de la mañana, armada con una tela morada y un rotulador, colocaba en la ventana de su casa una pancarta que recordaba a todo el vecindario que ella está con el 8M.

Autora: Carlota García Sánchez
Lugar: Madrid

Esperanzada con la vacuna, asegura que el año que viene estará en las calles como anteriormente. “Mujeres jóvenes y no tan jóvenes debemos recordar a todos que el 8 de marzo es algo más que una fecha”.

Madre y abuela de mujeres, esta luchadora reconoce que se ha conseguido mucho a lo largo de los años, que en otros tiempos las mujeres lo tenían muy difícil en el trabajo y en la vida en general. “Yo incluso, cuando me casé tuve que dejar mi trabajo en Galerías Preciado. No pude continuar como a mí me hubiese gustado”.

Ahora mira con optimismo el futuro de las nuevas generaciones de la familia y las anima a seguir en la lucha.

 

 
Conciencia feminista y trabajo

El 8 de marzo de Marta, 52 años, comienza como todos los días: se levanta a las seis de la mañana, toma un café rápido y se pone su uniforme. Trabaja como vigilante de seguridad en la Administración, un empleo que a veces se identifica más con el hombre, pero en el que ella saca como bandera el color morado del feminismo. 

Este año, ni huelga ni manifestación. Su forma de reivindicarse ha sido luciendo una mascarilla morada en su puesto de trabajo. “Ni las condiciones sanitarias, ni laborales me han permitido acudir este año a Cibeles”, confiesa. “Me ha dado mucha pena porque es una cita a la que nunca fallo y que me da fuerza para luchar contra muchas situaciones machistas con las que me tropiezo día a día”.

Su amiga Maribel, periodista y de 56 años, tampoco ha acudido a la cita. Su caso es el de las mujeres que teletrabajan, por eso, no ha podido lucir sus símbolos en la calle. “Otros años incluso he hecho huelga para reivindicar la importancia de la mujer, pero este año no ha tocado”, lamenta. Considera “primordial” hacerse notar en este día.

 

 

Para hacer algo especial ha decidido dedicarse el día a sí misma; no ha cocinado, no ha cuidado de la familia y, salvo las ocho horas de trabajo obligatorio, ha aprovechado el día para reflexionar sobre el papel de la mujer en la sociedad y, en especial, su contribución al desarrollo de los derechos de la mujer.

Esther, Isabel, Marta y Maribel son sólo cuatro ejemplos de “activismo”. Hay muchas más, tantas como mujeres existen. El feminismo lo cubre todo y cualquier acto, ya sea el hecho de pasear junto a tu madre, vestir un lazo morado o dedicar un instante a escuchar la fuerza de la calle, demuestra que la lucha está presente.

 

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